EN MI
SOLEDAD TU ESTAS
A la Virgen del Carmen
Como,
solitaria caracola,
A
orillas de tu salado mar,
Bajo
el celeste y azul cielo,
Brillante
cual acrisolado sol,
Entre
espumas y burbujas,
Que te
cantan tus grandezas.
¡Oh,
María!
Inmacula
y Carmelitana,
Reina
de mis sentires,
De mis
desvelos, el consuelo.
De mis
inquietudes, el sosiego,
Como
bálsamo embriagador,
Confortando
mi navegar,
Por
este océano de la vida,
Con el
viento y soplo amoroso,
De tu
dulzura sin par,
Conduciendo
mi torpe verbo,
Frágil
barquilla en altamar,
Hasta
el infinito horizonte,
Que
jamás pude soñar,
Para
atracar, en Tu puerto,
Seguro,
donde pueda encontrar,
Al
Amor de mis amores,
A
quien hoy deseo cantar.
Y
aquí, me encuentro, Señora,
Ante
Ti, en la carmachicha,
De tu
salado e inmenso mar,
Al son
del choque de las olas,
Que
calladas, en mis amuras,
La
acarician sin cesar,
Adormeciendo
mis sentires,
Como
bálsamo sin igual,
Y la
musa de mis versos,
Que en
ramillete de mil colores
A tus
divinas plantas,
Se
postrarán.
Gracias,
mi Señora, Reina del Mar.
Consuelo
del desvalido,
Que a
tus plantas se postrará,
Pidiendo
tu Gracia y consuelo,
En la
deriva de su navegar,
Sentirse
vocero de una Madre,
De
belleza tan sin igual,
Es
algo tan placentero,
Imposible
de olvidar,
Por su
sabor a cielo,
Y su
calor tan maternal,
Salido
de su pecho virginal.
Pongo
mi corazón en tu regazo
y
percibo tu amor como un chispazo,
cual
ráfaga de luz abrasadora.
Hoy te
vuelvo a decir que eres la aurora
de mi
vida interior, celeste lazo,
que
aprisiona mi ser en dulce abrazo,
como
arpegio de música sonora.
Llévame
entre tus brazos como a un niño,
que
necesita asirse de tu mano,de tu brazo gentil, Madre querida.
Muéstrame
así tu amor y tu cariño.
Me has
dado con tu influjo soberano,
no
sólo amor, sino también la vida.
Jose Sanchez Duran
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